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No se ha vuelto egoísta: es la enfermedad

Los cambios en los comportamientos de nuestro ser querido con alzhéimer no son fruto del capricho, sino de la demencia

    A Mercedes le hubiera gustado que alguien le hubiera dicho que todos aquellos comportamientos extraños que su madre empezó a tener un día eran fruto de una enfermedad.

    Aquella exigencia a la que la sometía su madre, le sacaba de quicio. Apenas se había puesto a hacer la comida, cuando su madre se impacientaba y le pedía que se la sirviese ya.

    Mercedes, entonces, se acordaba del sacrificio que le suponía ir todos los fines de semana a cuidar de su madre y, encima, ella se había vuelto caprichosa y no le dejaba ni tiempo para cocinar. En aquellos momentos, la ira envolvía toda la relación, y Mercedes pensó que llegaría un día en que estallaría.

    En esa etapa, que volvía ahora a su memoria, si alguien le hubiera explicado que su madre sufría una demencia y que su comportamiento era consecuencia de esta patología, ella hubiera sufrido menos y su madre hubiera sido más feliz.

    Por eso, ahora, le es más fácil seguir los consejos que le han dado:

    1. Ver la persona y no ver la enfermedad. Su madre no le pedía la comida con tanta urgencia para molestar.  Ni se había vuelto egoísta ni caprichosa. Su enfermedad se había apoderado de su cerebro y provocaba que ella tuviera esos comportamientos. Mercedes podría haber empezado a cocinar por la mañana o la tarde anterior. Incluso podría haber pensado de qué manera podría distraer a su madre para evitar que se impacientara tanto. Sabiendo que existe una enfermedad, le es más fácil no culpar a su madre.
    2. Respeto: mantener sus gustos y preferencias. Mercedes pocas veces se puso en los zapatos de su madre en aquella época. Incluso ahora le es difícil. Al verla con sus capacidades disminuidas, es muy tentador decidir todo por ella. Sin importar lo que estas decisiones provocan en una persona adulta, a la que nadie parece tener tiempo para escuchar. Con cada una de estas decisiones, les recordamos lo que ya no son, provocando discusiones y tensiones en la relación. Confiamos en los razonamientos, pero se nos olvida que esta personas tienen mermada esa capacidad y, además, luego no pueden recordarlos. Así que, si ceder no es demasiado importante, por qué no hacerlo.
    3. Explicar a otros lo que le pasa. Habrá amigos y familiares a los que les extrañe su nuevo comportamiento. Si se lo explicamos, ayudaremos a nuestro familiar a tener una mejor relación con ellos. No debemos olvidar que se trata de una enfermedad, igual que cualquier otra.
    4. Concentrarse en lo que todavía puede hacer. Ver que tu madre no es la mujer que fue capaz de criarte es un proceso doloroso que muchas veces no quieres reconocer. Pero hay cosas que todavía puede hacer y sobre las que puedes construir una relación diferente,  en la que tú también tienes que evolucionar y, quizá, ponerte a prueba.
    5. Buscar actividades que podáis hacer juntas. Es posible que no sea fácil, pero merece la pena hacer el esfuerzo. Jugar a las cartas, hablar del pasado, ver fotos… crear, en definitiva, nuevos recuerdos que nos acompañarán siempre y que nos descubrirán un nuevo yo. Hay que esforzarse para conseguir que la relación evolucione, apartando el dolor y buscando momentos en los que las dos os sintáis a gusto.

    Fecha de publicación: 27 enero 2015

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    1 Comentarios

    • Muchas gracias por toda esta información que siempre viene muy bien leer para recordar. Gracias por todos estos consejos. Es muy duro como explicáis pero la recompensa que se obtiene y el cariño que se recoge de nuestro mayor enfermo cuando se siente bien tratado es la mayor recompensa. Verle feliz en sus ausencias es lo mejor que podemos sacar de esta enfermedad. Gracias de nuevo y un gran abrazo.

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