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La soledad aumenta el riesgo de sufrir demencia en un 40%
El estudio revela la importancia de analizar no solo la cantidad de las relaciones que mantienen las personas, también la calidad
La soledad se ha convertido en una epidemia para la sociedad actual. Esta sensación aumenta el riesgo de sufrir demencia en un 40% y se ha asociado, además, a otros problemas de salud y a comportamientos de riesgo, que también están relacionados con esta enfermedad, según un estudio. En este artículo, comenzamos abordando el caso de Elvira, una mujer de 94 años que vive sola en su domicilio. Una situación que, lamentablemente, cada vez resulta más familiar.
Es sábado por la tarde, y como todos los sábados, Elvira tiene la casa impoluta porque espera visita. Mientras termina de recoger la cocina le pide a su marido, Pedro, que le ayude con las sillas.
-“Pedro, no te líes”, le dice Elvira a su marido.
-“No digas que me lío, porque no me lío”, responde él con genio. “Sé perfectamente cuál es el sitio de cada una. En el sofá se sienta con nosotros la Sra. Rosa. Y en las sillas María y Felisa. Y Teo ¿viene o no viene? ¿Le pongo una silla?”, le pregunta a Elvira.
-“No creo que venga porque me ha dicho que está con la nieta, pero no quites la silla por si acaso”.
-“Vale. Tú mandas”, responde Pedro.
Suena el timbre de la puerta.
-“Por favor, abre tú que yo no puedo”.
-“Vale, vale”, responde.
-“Hola Sra. María”
-“Buenas tardes Sr. Pedro. Que ¿ya estamos todos?”
– “Uy, qué va. Usted es la primera en bajar”.
-“Vaya, vaya. Y sabe qué van a echar hoy”.
-“Pues no sé, la verdad”.
Aparece en el salón Elvira.
-“Hola María”.
-“Qué tal Elvira. Le preguntaba a su marido si sabía qué película van a echar hoy en Cine de Barrio”.
-“Una de Paco Martínez Soria”.
-“Qué bien. Me encanta este actor”.
-“Pues siéntese, mientras esperamos al resto”.
-“Y hoy, ¿quién viene?”
-“Los de siempre. Quizá Teo, pero no es seguro, porque tiene a su nieta en casa”.
-“Bueno, pues yo me voy sentando”.
-“Claro, póngase cómoda. Ya sabe… como en su casa”.
Esta es una escena que se reproducía todos los sábados, en el 2º B, del número 20 de la calle Granito. Allí, en el piso de Elvira y Pedro, se reunían todas las vecinas a ver el programa Cine de Barrio, en el que semanalmente echaban una película de su época. Les encantaba volver a ver esos títulos que se estrenaron cuando eran jóvenes. Una excusa perfecta para recordar aquellos tiempos. Eso les gustaba, pero lo que más, lo que más, y jamás lo reconocerían, era que tenían una excusa para juntarse, para charlar, para pasar un rato juntos.
Todos ellos llevaban años siendo vecinos. Llegaron jóvenes y ahora con 85 años eran los únicos mayores que seguían viviendo en el edificio. Esta escena se repitió durante algunos años más. Luego Pedro murió. Cuando la salud de Sra. María comenzó a fallar, ingresó en una residencia, después le tocó el turno a la Sra. Rosa y a la Sra. Felisa. Y, ahora, en el edificio solo queda Elvira, que ya tiene 94 años.
Vive en un segundo sin ascensor y, después de haberse caído varias veces en la calle, ya no se atreve a salir de casa. Así que durante toda la semana, no habla con nadie. Solo los sábados, cuando su hijo y su nuera vienen a comer.
Elvira se siente sola. Una soledad que le pesa especialmente por las tardes y que combate yéndose cada día más pronto a la cama. De acostarse a las 11 de la noche, ha pasado a las 10.00 h, y el otro día, aburrida, se metió a las 9.00 horas.
¿Cuántas personas viven solas en España?
Esta situación no solo muestra el caso de Elvira, revela la realidad que viven muchos mayores en España, un país que cuenta con más de dos millones de personas mayores de 65 años que viven solas. De ellas, el 71,9% son mujeres (lo que supone un 1,4 millones), según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) publicados en el año 2018.
Esa soledad fue lo que llevó a Angelina Sutin, profesora asociada en el Departamento de Ciencias del Comportamiento de la Facultad de Medicina de Florida, a poner en marcha un estudio, el más grande que se ha llevado a cabo hasta ahora (12.000 participantes) en el que se analizaba la carga que ejerce la soledad sobre la salud.
Tras recopilar los datos durante diez años, se llegó a la conclusión de que la soledad aumentaba el riesgo de sufrir demencia en un 40%.
Pero ¿qué es la soledad?
En el estudio de Sutin se define como la percepción que tiene la persona cuando sus relaciones sociales y emocionales no son tan intensas como las que le gustaría tener.
Esa sensación se ha asociado, además, a otros problemas de salud y a comportamientos de riesgo, que también están relacionados con la demencia. Las personas que experimentan una sensación de soledad tienen una peor salud cardio-metabólica, más síntomas de depresión y tienen hábitos menos saludables, como, por ejemplo, ser sedentarios o beber en exceso.
La autora de la investigación se apoya en diversos estudios para asegurar que cuando las personas están estimuladas, tienen un propósito en la vida y mantienen relaciones con otras personas, con el tiempo, tendrán un menor deterioro cognitivo severo.
La relación entre la soledad y el riesgo de sufrir demencia también puede explicarse por otras vías.
Las personas que se sienten solas tienen más inflamación sistémica, una respuesta natural del cuerpo para combatir una infección que puede convertirse en dañina cuando dura mucho tiempo.
En estos individuos, la hormona relacionada con el estrés, el cortisol, también presenta una mayor actividad. Ambos marcadores están implicados en el desarrollo de la demencia.
La soledad también está relacionada con otros factores de riesgo, por ejemplo, con la pérdida de audición. Las personas tienen a sentirse solas cuando su nivel de audición disminuye hasta el punto de quedarse aislados.
Los resultados de la Neurociencia sugieren, además, que la soledad tiene un impacto en la estructura y en la función cerebral.
En el estudio también se hace referencia a la calidad de las relaciones sociales. Para identificar a los individuos con mayor riesgo de desarrollar demencia es preciso evaluar la experiencia subjetiva que tiene esa persona respecto al número de relaciones sociales y a la calidad de esas relaciones.
Según la autora principal del estudio, sentirse solo puede tener varias interpretaciones. “Es una sensación de que no encajas, de que no perteneces al grupo de personas que están contigo, a pesar de estar rodeada de personas”.
También puede producirse, el caso contrario, que alguien vive solo y que no tiene contacto con otras personas, pero que para él ese nivel de socialización es suficiente. “Entonces, aunque objetivamente puedas pensar que esa persona está socialmente aislada, esa persona no se siente sola”.
Esta información es importante porque apoya la idea del valor que puede tener para las investigaciones el hecho de preguntar a las personas cómo se sienten acerca de su vida social.
Y Sutin hace hincapié en que no se debe culpar a la persona por sentirse sola.
Elvira se quedó aislada en su edificio, pero no es culpa de ella querer seguir viviendo en su casa, mientras pueda hacerlo. La pregunta es: ¿Qué podríamos hacer para que Elvira no se sintiera sola y pudiera seguir disfrutando de su hogar?
Más aún, resolver el problema de Elvira nos llevaría a encontrar una solución para la situación a la que se enfrentarán muchos españoles, dado que, en el 2066, algo más de un tercio de la población española (el 34,5%) tendrá más de 64 años.
Fecha de publicación: 9 enero 2020
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1 Comentarios
Me ha gustado mucho el artículo. Gracias