Cuídate
Dos horas a la semana que saben a gloria
El programa “Respiro familiar” de Cruz Roja ofrece un descanso al cuidador
Jueves, 11 h. de la mañana. Javier, un hombre de 71 años, apuesto, con un pelo plateado que le ilumina su rostro, espera junto a un portal. Al rato sale por la puerta Josetxo. Juntos se encaminan hacia el paseo que hay junto al río Arga, en Pamplona. Mientras cruzan el barrio, Josetxo se encuentra con un vecino.
-“Hola, ¿qué tal vas Josetxo?”, le pregunta un vecino
-“Bien, bien”. “Y tú ¿qué tal?”, responde Josetxo
-“Bien, también. Aguantando estos calores. Así que te acuerdas de mí”.
– “Pues claro, hombre, cómo no me voy a acordar”.
-“¿Vais a dar una vueltica?”
– “Sí, sí”, responde Josetxo.
– “Vamos al río”, añade Javier.
– “Pues nada, no os entretengo. Ah, y saluda a tu mujer de mi parte”.
– “Descuida”, contesta Josetxo.
Josetxo se agarra del brazo de Javier. Juntos se dirigen, como todos los jueves por la mañana, hacia el paseo que rodea el río. Desde hace dos años, siempre hacen la misma ruta.
-“¿Quién era ése?”, le pregunta Javier a Josetxo.
-“No tengo ni idea”, responde Josetxo.
Javier se sonríe mientras caminan hacia el parque de la Media Luna. Una vez allí, Javier comenzará a entonar la canción “Maitetxu mía”. Les encanta cantarla juntos. Josetxo se la sabe entera. Ambos hacen un buen dúo. Javier se emociona cuando llega la parte: “No volveré a quererte con toda el alma Maitetxu mía/ ni volveré a cantar sortxicos al pasar/ ni volveré a decirte las mismas cosas que te decía/ el oro conseguí, pero el amor perdí”.
Después, irán a un bar que hay junto al río, un viejo molino del siglo XIII. Allí ya les conocen. Josetxo se pedirá un vino blanco, Javier optará por un tinto. Y de aperitivo, un pincho de chistorra. Entre sorbo y sorbo harán juntos el autodefinido, un crucigrama al que son muy aficionados. “La verdad es que me sorprende lo bien que me sigue Josetxo. Yo le pregunto una palabra y la acierta, y muchas veces me corrige las b y las v”, comenta Javier
A Josetxo le comunicaron que sufría alzhéimer con 71 años. De esto ya hace nueve. La enfermedad ha ido progresando, pero va lentamente. Javier, un voluntario de Cruz Roja, que se encarga de sacar a pasear a Josetxo dos horas a la semana, lo ha ido advirtiendo. “Antes no me agarraba del brazo y cambiábamos de ruta cada día. Desde hace tiempo, siempre hacemos el mismo camino porque así no se pone nervioso. De esta forma, se siente seguro”, explica.
Hace varios años que Javier colabora con el programa de Cruz Roja, “Respiro familiar”, que ofrece a los cuidadores un poco de tiempo libre. “Los voluntarios, como yo, vamos dos horas a la semana a la casa de alguna de las personas que han solicitado el servicio de acompañamiento, y así proporcionamos un respiro a los cuidadores, que están pendientes de ellos las 24 horas del día”, señala.
Javier, además de a Josetxo, acompaña a una señor mayor que está en silla de ruedas. “Está completamente sola. Nos vemos los miércoles de 17 a 19 horas. Cuando llego, ya está preparada, esperándome. Salimos de su casa, damos un paseo y nos tomamos un café. Allí nos juntamos seis u ocho personas, y charlamos de todo, de religión, de política, de todo. Y pasamos un ratico la mar de bien”, comenta.
Al día siguiente, por la tarde, le esperan en su casa Martina y Miguel, un matrimonio de 85 años. Él se sostiene con dificultades en su silla de ruedas y ella le cuida, a pesar de que está muy delicada. Ya no salen de casa. Así que el mundo se cuela en su hogar a través de Javier. “Martina es una magnífica conversadora. Y ese rato es muy ameno. Le encanta darme de merendar. Una naranja y un vaso de agua. El día de mi cumpleaños me hizo un bizcocho de chocolate, como sabe que me gusta”, comenta Javier.
El mayor problema al que se enfrenta este servicio es la soledad. La soledad del cuidador, del paciente. Por eso, es tan importante que el programa se organice con seriedad porque se juega con la ilusión de las personas; muchas veces, con una única ilusión.
Javier también hace de enlace entre los voluntarios que quieren colaborar y las personas que van a recibir el servicio. “Los responsables de Cruz Roja se encargan de entrevistar a los voluntarios y, una vez seleccionados, yo me ocupo de acompañarles y de presentarles a la persona que va a recibir esta ayuda. Estoy con ellos para observar cómo se llevan”.
Para ello utiliza su intuición, una facultad que tuvo que desarrollar para hacer su trabajo como agente comercial. “En esa profesión hay que escuchar mucho y estar muy atento, tanto a lo que dice el cliente como a lo que no dice. Aquí, también”.
Luego, los encargados de Cruz Roja se encargarán de hacer un seguimiento: llamarán a la persona que ha solicitado el servicio para saber si está satisfecha. También preguntarán al voluntario. En Pamplona, actualmente, cuentan con 42 voluntarios, la mayoría mujeres, jubilados o prejubilados, pero hacen falta más.
“Esta labor me produce una gran satisfacción personal. Me voy a casa sabiendo que he cumplido con una obligación y que he hecho algo por alguien. Cuando llego y veo que me están esperando, me siento muy bien. A mí este trabajo me ayuda a dormir”, explica.
Encarna, la mujer de Josetxo, es otra de las personas que están agradecidas a Javier. “Es muy serio, si por cualquier circunstancia un día no puede venir, me avisa. La verdad es que yo estoy muy contenta con él. Y a Josetxo le ha cogido muy bien el aire. Cuando está con él, estoy muy tranquila”, señala.
Gracias a este paseo, Encarna tiene dos horitas para ella. Recoge el baño, pone la lavadora, hace la comida… pero lo hace sin tener que estar pendiente de su marido. Su cabeza descansa. A las 13.00 h, Josetxo está de vuelta. “Yo le hago poner la mesa. Pero se le olvida todo inmediatamente. “Él me dice: la mesa, qué mesa. Y se lo tengo que volver a explicar. Todo el rato lo mismo, una y otra vez. Es un desgaste, un esfuerzo. Pero… es así la vida”.
Encarna tiene 74 años y una conversación animada. Llama a las cosas por su nombre. No suaviza la realidad que le ha tocado vivir, pero la forma en que describe las situaciones encierra calidez; quizá la calidez que precede al verdadero cariño. “Para mi marido, yo soy la única persona. Me dice: como me gusta quererte tanto. Si estamos con más gente, sólo me mira a mí. Es muy cariñoso. No me puedo enfadar con él. Incluso, ahora, que a veces se pone un poco rebelde, termina dejándose llevar”.
En unos días, su hijo mayor, que es ingeniero agrónomo, recibirá la cátedra. “Iremos todos al acto. Josetxo no se enterará de nada, pero estará a gusto”, comenta Encarna con una pizca de tristeza en sus palabras.
Nota informativa: Este servicio se puede solicitar en la sede de Cruz Roja más próxima a su domicilio o bien a través del teléfono gratuito: 900.365.100
Fecha de publicación: 4 julio 2017
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