Cuídate
Cuidar con culpa: una mala combinación
La mejor manera es prevenir el agotamiento que conlleva ocuparse de un ser querido
- Pero esa emoción que sentía, esa culpa, qué era, de qué estaba hecha, a qué obedecía.
- ¿De dónde procede la culpa?
- ¿Qué tipos de culpa hay?
- ¿Cómo afecta la culpa al cuidador?
- ¿Qué puede hacer el personal del centro residencial para ayudar a las cuidadoras a gestionar mejor la culpa?
- ¿Cómo se puede detectar que el cuidador está sufriendo ese sentimiento de culpa?
- ¿Cómo deben reaccionar los profesionales ante un exceso de celo por parte del cuidador?
- Cómo se puede aceptar la culpa y seguir sintiéndose orgulloso de ser un cuidador
- ¿Cómo el cuidador puede sobrellevar la culpa en su día a día?
La culpa es un sentimiento complejo que puede asfixiar al cuidador. Suele estar muy relacionado con la incapacidad que tiene el familiar para poner límites a su labor. En este artículo se analiza qué es la culpa, de dónde procede, cómo el cuidador puede aceptar este sentimiento y un truco para dominarla.
Los momentos más felices de nuestra vida no siempre son los mismos. Los míos, a medida que he envejecido, han ido cambiando. Ahora, uno de mis recuerdos favoritos es una tarde de invierno, llegando al hospital donde estaba ingresada mi madre. Me veo subiendo las escaleras de dos en dos porque la ganas de verla me impedían esperar el ascensor. Abría la puerta de la habitación y ahí estaba, sentadita. Tenía esa tarde, y la siguiente, y la siguiente, todas para mí. Para poder olerla, para sentir el calor de su piel, observar su mirada, tenerla cerca…
Con la descripción de esta imagen quiero reflejar que yo adoraba a mi madre. Pero, si tanto la quería por qué, a veces, me sentía tan culpable. Por qué me costaba levantarme de la cama y llegar cuanto antes a visitarla, por qué había noches que esperaba con impaciencia que se quedara dormida para poder escaparme al bar de unas amigas, en el que me tomaba una deliciosa tartaleta de bacon y cebolla. Por qué, en ocasiones, se me hacía duro cuidarla.
Pero esa emoción que sentía, esa culpa, qué era, de qué estaba hecha, a qué obedecía.
Según el artículo, What is a guilt complex? (¿Qué es un complejo de culpa?) publicado en la web especializada en salud mental, Verywell Mind, la culpa es una creencia persistente que acompaña a la persona por haber actuado mal o porque cree que va a hacer algo mal.
Ese sentimiento puede ir acompañado de otros, como la vergüenza y la ansiedad.
Cuando uno teme que se ha comportado mal, puede terminar aislándose de los demás porque siente vergüenza por lo que ha hecho. Esta última reacción puede empeorar más su estado emocional.
Si sentimos ansiedad, es decir, miedo o inquietud por lo que hemos hecho, evaluamos nuestros comportamientos de forma negativa, lo que nos provoca un sentimiento de culpa.
A veces, la persona puede llegar a pensar que sus errores han tenido un impacto más grave del que realmente tuvieron. Y la culpa nos devora innecesariamente.
Experimentar un sentimiento de culpa excesivo o inapropiado se asocia con una serie de enfermedades mentales, como la depresión, el trastorno obsesivo-compulsivo y el trastorno de estrés postraumático.
Algunos de los síntomas que quizás pueden acompañar al sentimiento de culpa son el llanto, el insomnio, tensión muscular, dolor de tripa, preocupación y pesar.
Un complejo de culpa también puede provocar depresión, estrés, pérdida de interés, cansancio, dificultad para concentrarse y retraimiento social.
La culpa puede tener un impacto serio en el bienestar de la persona. Con el tiempo, puede provocar que el individuo no sea capaz de conseguir lo que se propone y, por lo tanto, crea que no merece la pena esforzarse. También puede llevar a que la persona se imponga castigos para pagar por sus errores.
¿De dónde procede la culpa?
La culpa es una emoción que se aprende, nos enseñan a sentirnos culpables.
- Las experiencias que hayamos tenido durante la infancia pueden marcarnos. Si cuando éramos niños hemos tenido unos padres muy exigentes, que nunca han elogiado nada de lo que hacíamos, puede que ese comportamiento haya generado en nosotros una sensación de que no somos suficientemente buenos, y ese sentimiento podría conducirnos a un complejo de culpa.
- La cultura: Si nuestro comportamiento se opone a unas determinadas normas culturales con las que nos hemos criado, puede hacer que nos sintamos culpables, incluso, cuando ya no creamos en esas normas.
- Religión: Algunas religiones se basan en un sentimiento de culpa para indicarnos que hemos hecho algo malo.
- Presión social: si sientes que otros te juzgan por lo que has hecho, es posible que se generen sentimientos de culpa y de remordimiento.
¿Qué tipos de culpa hay?
- La culpa reactiva: una persona experimenta esa sensación cuando actúa en contra de sus creencias o de lo que es considerado por la sociedad como algo bueno.
- La culpa anticipada: este sentimiento nace cuando la persona piensa en actuar de un modo que va en contra de las normas morales que tiene personalmente o que la sociedad defiende.
- La culpa existencial: la persona tiene esta sensación porque ha visto como se producía una injusticia de forma general o por el impacto negativo que tiene en la vida de los demás.
Hay investigadores que dividen la culpa en dos categorías diferentes:
- Culpa desadaptativa: Es decir, la que debido a su intensidad y frecuencia provoca un impacto negativo en la vida de la persona, provocándole una culpa crónica o que le conduce a experimentar una angustia mental o emocional.
- Culpa adaptativa: este tipo de culpa resulta útil para la persona porque le hace comprender cuando ha actuado mal y le ayuda a asumir la responsabilidad de sus actos. Gracias a este sentimiento, puede poner en marcha conductas que eviten esos errores. En este caso, la culpa actúa como un aviso que nos previene.
¿Cómo afecta la culpa al cuidador?
La culpa es una emoción, por lo que es más útil considerar qué efectos tiene en nuestras vidas.
La culpa está relacionada con el código moral que tenemos como personas. Esta sensación puede actuar de forma positiva al ejercer como una especie de control que nos ayuda a aceptar las consecuencias de las decisiones que tomamos. Si la acción ha tenido un impacto negativo, es posible que nos arrepintamos de lo que hemos hecho y en el futuro tomemos una decisión mejor.
Sin embargo, la culpa no siempre ayuda a la persona. Cuando la culpa es el resultado de pensar que más debería hacer o cómo ser mejor, en lugar de producirse después de cometer un error, puede causar angustia en la persona.
Estos sentimientos suelen aflorar, después de que el cuidador lleva un tiempo ocupándose de una persona. Entonces, surgen emociones negativas (malestar psicológico o desagrado, como la ira, el miedo, la tristeza o el asco) que solemos querer enterrar o esperar que no existan. Los cuidadores son reacios a expresar estos sentimientos por temor a que les juzguen o porque no quieren cargar a otros con sus problemas.
Cuando los cuidadores se agotan, tanto física como emocionalmente, cuando ocultan la ira y el resentimiento que les provoca su labor, es inevitable que pierdan los estribos y no siempre actúen con el amor, la paciencia y la amabilidad que deberían tener.
Muchas veces, el cuidador se niega a reconocer que no puede manejar la carga de trabajo que implica cuidar de su ser querido. Está tan atrapado en su rutina diaria que no reconoce las señales que le advierten de que está llegando al límite, como el cansancio, la irritabilidad y la frustración por la falta de tiempo.
En esos momentos, surge la culpa. Los cuidadores se sienten culpables por sus acciones, por las cosas que han hecho o que no han hecho. O porque todavía se valen por sí mismos, mientras las personas de las que cuidan ya no pueden hacerlo. En la mayoría de las ocasiones, la culpa surge por lo que se siente.
En un estudio, publicado por la Sociedad Gerontológica de EEUU, en el que participaron 351 cuidadores (58,97% hijas, 10,54 % hijos, 19,66% esposas y 10,83% maridos), se observó que había una relación entre el sentimiento de culpabilidad y el tiempo que dedicaban a su ocio.
Las hijas que menos tiempo libre tenían mostraban un sentimiento mayor de culpa, que además se asociaba con altos niveles de depresión, mientras que las hijas que se sentían menos culpables mostraron menos tendencia a la depresión.
Ser cuidador es uno de los actos de amor más difíciles y generosos. Pero es también una labor extremadamente estresante. Si, además, la persona a la que cuidamos sufre demencia esta labor se vuelve muchísimo más difícil.
Habrá momentos en que el cuidador se enfadará, en los que diga y haga cosas que desearía no haber dicho o hecho. Habrá momentos en los que el cariño por tu ser querido se desvanecerá. Pero esto no significa que seas una mala persona. Significa, sencillamente, que eres un ser humano.
Otro grupo de personas que se sienten muy culpables son las esposas de personas con demencia que toman la decisión de trasladar a sus maridos a una residencia. En un estudio, en el que se entrevistaron a 11 esposas de personas con demencia, las mujeres manifestaron, mientras se ocupaban de sus maridos en casa, que experimentaban vergüenza, culpabilidad y se sentían aisladas.
Tras decidir trasladar a sus esposos a un centro residencial, la mujeres manifestaron tener sentimientos de culpabilidad y, al mismo tiempo, sentirse liberadas.
Además, experimentaban dolor y pensamientos relacionados con la muerte, se sentían solas en su relación de pareja y luchaban por aceptar la situación, a pesar de que creían que no habían cumplido con su responsabilidad.
El estudio concluye que el personal de las residencias, que se ocupa de los maridos, debería tener en cuenta los sentimientos que experimentan estas mujeres.
Todas las emociones, buenas y malas, relacionadas con la labor de cuidar, no solo están permitidas, sino que son válidas e importantes.
¿Qué puede hacer el personal del centro residencial para ayudar a las cuidadoras a gestionar mejor la culpa?
María Victoria Fernández de Caleya, psicóloga de bluaU Senior y con una amplia experiencia en el ámbito residencial, lo tiene claro: comunicación.
“Es muy importante reunirse con los familiares. Que se sientan escuchados, darles la posibilidad de desahogarse”, afirma.
Y concreta en los siguientes puntos los temas que se deberían tratar en esas reuniones:
– Cuando una persona ingresa en un centro residencial, comienza a formar parte de un nuevo mundo que no conoce, y lo desconocido da mucho miedo. Este paso es importante tanto para la persona que ingresa como para el cuidador.
Informar al familiar sobre cómo se va a encontrar su ser querido, cómo se van respetar sus gustos, cuál es la dinámica del centro, las actividades en las que va a poder participar, las evaluaciones que se van a realizar. Toda esa información le va a aliviar muchísimo.
– Trasmitirle que el cuidado de su ser querido es una labor de equipo, en la que tiene que estar involucrado el cuidador. Para proporcionarle ese cuidado individualizado, se necesita conocer al familiar, y el cuidador puede facilitar esa información.
Hay que explicar al cuidador que la residencia es como un brazo más con el que cuenta, que le va ayudar a encargarse de todos aquellos aspectos del cuidado en los que él ya no puede participar.
– Es importante observar cómo lleva este proceso el propio cuidador. Organizar un encuentro con él para ver cómo se encuentra y detectar si se siente culpable por haber tomado esta decisión. Y si es así, ayudarle a gestionar esa emoción mediante el equipo de psicólogos. Es preciso transmitirle que no ha abandonado a su familiar, que las circunstancias para el cuidado de su ser querido han cambiado y que, por eso, se han tomado nuevas decisiones. Y que él es una ayuda crucial en su cuidado.
– Destacar la importancia de la calidad del tiempo que va a pasar con su familiar. Ahora va a poder disfrutar de la compañía de su ser querido sin sufrir todo el peso que implican sus cuidados.
¿Cómo se puede detectar que el cuidador está sufriendo ese sentimiento de culpa?
Muchas veces son los propios cuidadores los que reconocen que están experimentando ese sentimiento de culpa o bien afirman que sienten pena por dejar a su ser querido: tienen la sensación de estar abandonándolo.
En otras ocasiones, no lo expresan, pero, a través de sus comportamientos, podemos interpretar que están experimentando ese sentimiento. Por ejemplo, cuando se muestran excesivamente pendientes de su familiar.
Se comportan de esta manera porque es la forma que tienen de aliviar el sentimiento de abandono, aunque en la realidad no sea así. Y esa emoción la transmiten, de forma inconsciente, mostrando un malestar continuo con la labor de los profesionales de centro.
¿Cómo deben reaccionar los profesionales ante un exceso de celo por parte del cuidador?
Cuando se percibe este descontento, es conveniente reunirse con él y escucharle para detectar qué aspectos se pueden mejorar. Se trata de averiguar qué es lo importante para el cuidador, porque igual hay elementos que se están pasando por alto.
Después de escucharle, es preciso que el profesional le explique por qué se hacen las cosas, pero también hay que decirle la verdad, porque hay aspectos que quizá no se puedan cambiar.
Es conveniente que el profesional, si puede, fije unos objetivos para que el cuidador pueda seguir la evolución de su familiar. Tiene que tener un papel en el cuidado de su ser querido, unas tareas que puede hacer y a las que pueda dirigir su atención.
Cómo se puede aceptar la culpa y seguir sintiéndose orgulloso de ser un cuidador
Barry J. Jacobs, psicólogo clínico y terapeuta familiar, en su artículo Caregivers: Living with guilt (Cuidadores: viviendo con culpa), apunta varias ideas:
- No intentes no sentirte culpable. La culpa está en la esencia de lo que somos. El sentimiento de que debemos esforzarnos parece ser que forma parte de nuestra especie como un mecanismo que garantiza la supervivencia del grupo. Así que la discrepancia entre lo que deberíamos hacer y lo que estamos dispuestos a hacer y somos capaces de hacer puede provocar algo de culpa. Aceptemos que en algún momento nos vamos a sentir culpables e intentemos moderar ese sentimiento.
- Abandona la idea de que vas a salvar a tu ser querido. Los cuidadores, a veces, tratan de evitar la tristeza que sienten al presenciar el sufrimiento de su familiar pensando que con sus cuidados van a poder aliviarle o, incluso, curarle. Hay que poner metas realistas, no fantásticas.
- Mantener el equilibrio. Pocos de nosotros tenemos un solo un rol. Somos hijos, padres, hermanos, cónyuges, amigos, profesionales. En algún momento de nuestra vida, tendremos que dedicar más energía a una persona que a otra, a una función que a otra, pero no podemos abandonar por completo el resto de nuestras relaciones y de nuestras obligaciones. Para ello, necesitaremos tomarnos algún descanso y, entonces, muy probablemente, surgirá el sentimiento de culpa. En esos momentos, nos deberemos recordar que estos descansos son imprescindibles para nuestra salud mental.
- Tolerar la ambivalencia. Algunos cuidadores se sienten culpables cuando admiten que hay determinadas tareas que no quieren hacer o que les enfada llevarlas a cabo. Es como si pensáramos que temer algunos de estos aspectos significara que ya no amamos a esa persona. Pero tener sentimientos negativos es parte de la vida familiar. No olvidemos que cuidar no nos convierte en ángeles.
- Busca otras motivaciones. La culpa nos impulsa a llevar a cabo acciones que realmente no queremos hacer. Y, cuando las realizamos, nos generan resentimiento. Deberíamos hacer esas actividades pensando en lo importante que es para nosotros cuidar de nuestro ser querido, lo importante que es para nosotros estar con él.
¿Cómo el cuidador puede sobrellevar la culpa en su día a día?
Barry J. Jacobs comparte su fórmula personal para poder lidiar con la culpa:
Él se suele preguntar: ¿Ayuda mi culpa a alguien? Si la respuesta es no, es preciso analizar desde fuera lo que hemos hecho.
Quizá no cumplimos con nuestra labor de cuidador, quizá no fuimos tan amables como nos hubiera gustado ser, pero permanecer inmerso en la culpa tampoco nos ayudará.
Solución: Seguir adelante y aprender a perdonar nuestras imperfecciones. Reconocer que hacemos lo mejor que podemos con los recursos que tenemos.
Referencias:
-Leisure, gender, and kinship in dementia caregiving: psychological vulnerability of caregiving daughters with feelings of guilt. J Gerontol B Psychol Sci Soc Sci. 2014 Jul;69(4):502-13. doi: 10.1093/geronb/gbt027. Epub 2013 May 18.
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/23685923/
-The existential life situations of spouses of persons with dementia before and after relocating to a nursing home. Aging Ment Health. 2014 Mar;18(2):152-60. doi: 10.1080/13607863.2013.818100. Epub 2013 Jul 22.
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/23869816/
-What is a guilt complex? Verywell Mind.
-Caregivers: Living with a guilt. AARP (American Association of Retired Persons)
-Multiple Roles: Handling the Guilt. Caregiver.com
-The Emotional Side of Caregiving. Family Caregiver Alliance.
-Guilt. Goodtherapy.
Fecha de publicación: 11 enero 2023
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¿Y cuando no puedes encontrar tiempo para ti, y tus familiares no sólo no están dispuestos a ayudar sino que encima te reprochan y machacan con lo «mala» cuidadora que eres y que no estés cada segundo pendiente del enfermo?