La disfagia es un síntoma que consiste en que el paciente presenta dificultad para la deglución, es decir, para que el alimento pase a través de la boca, la faringe o el esófago. En función de la causa, existen dos tipos: la disfagia mecánica (por obstrucción de la luz del tubo digestivo superior) y la motora (por fallo en el control neuromuscular). El proceso de la deglución es un mecanismo complejo regulado por el sistema nervioso central, que en parte es un acto voluntario y, en parte, involuntario.
Es fundamental el diagnóstico precoz de la disfagia porque puede provocar situaciones de malnutrición que, a su vez, favorecen infecciones y numerosas complicaciones a nivel global, así como neumonías por aspiración de alimento. Ambas situaciones pueden llegar a ser muy graves para los pacientes. Las dificultades en la alimentación producen una dependencia funcional en los pacientes con deterioro cognitivo.
La disfagia es un síntoma frecuente en la demencia. Según algunos estudios, en algún momento, puede llegar a afectar aproximadamente al 50% de los pacientes con este síndrome. Los diversos tipos de demencia dan diferentes problemas de alimentación y deglución. En la demencia tipo Alzheimer suele ser un síntoma que aparece en las fases más avanzadas de la enfermedad. A pesar de ello, aún en fases iniciales pueden existir problemas nutricionales debido a los déficits cognitivos. Si un paciente con demencia leve vive solo, quizá no recuerde cómo elaborar las comidas, los ingredientes que debe poner o el orden en que debe hacerlo o puede no recordar cómo se enciende la cocina o tener menos iniciativa en la elaboración de las comidas. Al tener problemas de memoria reciente o para planificar u organizarse, puede comprar alimentos que ya tiene o no comprar otros que son nutricionalmente necesarios. Incluso pueden llegar a consumir alimentos en mal estado de conservación. Por ello, es necesario vigilar y supervisar la dieta, los alimentos disponibles, asegurarse de que la elaboración de la comida diaria es correcta y de que existe una diversificación adecuada de ingredientes.
Los cambios de carácter y los trastornos conductuales también pueden influir en la nutrición del paciente con enfermedad de Alzheimer. Es frecuente la alteración de los hábitos alimenticios, con mayor afinidad por los dulces. También la apatía puede llevar a una menor ingesta o a una menor iniciativa a la hora de elaborar las comidas.
En fases más avanzadas de la enfermedad pueden haber diversas dificultades para la deglución. Por ejemplo, el paciente puede rechazar el alimento, cerrando la boca o aceptar el alimento y, posteriormente, escupirlo o no tragarlo. Esto se puede deber tanto a una falta de coordinación neuromuscular de la deglución, como a una actitud de desidia o incluso negativista.
Es importante identificar en qué momento de la alimentación aparecen los problemas:
Fase previa a la deglución: el paciente puede no saber cómo se usan los cubiertos, no reconocer visualmente los alimentos que se presentan en el plato, no ser capaz de reconocer la comida que tiene en la boca o haber perdido la capacidad automática de masticar y deglutir (tragar los alimentos y, en general, hacer pasar de la boca al estómago cualquier sustancia sólida o líquida). En estos casos, el paciente puede no abrir la boca o no aceptar que se introduzcan alimentos en ella, puede escupir el alimento o no realizar ningún movimiento cuando se coloca la comida en la cavidad bucal.
Fase oral/faríngea: el paciente no sabe cómo debe hacer pasar el alimento de la boca hacia la faringe, con el riesgo consiguiente de atragantamiento y aspiración del alimento. En estos casos, el paciente tose al intentar tragar. Es típica la gran dificultad con los líquidos.
Los consejos de manejo son diferentes, según el momento en el que detectemos que aparecen las dificultades.
En general, debemos mantener los hábitos previos, la comida es un acto social en el que debemos hacer partícipe al paciente. Es recomendable que el paciente colabore en la compra y elaboración de las comidas para estimular el recuerdo de su sabor, olor y consistencia. Debemos pedirles que cooperen en la preparación de la mesa y en su retirada. Es importante mantener los horarios habituales de las comidas, realizándolas siempre en el mismo sitio y sentándolos también en el mismo lugar. Conviene ir explicándoles cada plato que vamos poniendo. En la mesa debemos poner los cubiertos imprescindibles, preferiblemente pesados y eficaces. Si no saben cómo deben ir usándolos, debemos señalárselo; siempre hay que permitir la iniciativa. En el caso de que no sepan cómo utilizar los objetos, les podemos indicar cómo hacerlo. Debemos emplear vasos transparentes, irrompibles y con una raya de color para que los puedan diferenciar. Los platos deben ser grandes y con un tono cromático que contraste con el de la mesa o el mantel.
Se aconseja siempre:
– Presentar en el plato o en la cuchara cantidades pequeñas.
– No mezclar consistencias sólidas con líquidas.
– Elaborar comidas que se puedan tomar en trozos pequeños y coger con los dedos (croquetas, tacos de queso, lonchas de jamón).
– Podemos aplicar un masaje en la mandíbula si no quiere abrir la boca.
– Colocarnos enfrente realizando los movimientos de masticación para que nos imiten.
– Evitar el contacto de la cuchara con los dientes para no desencadenar el reflejo de morderla.
– Enriquecer los alimentos para que, aunque tomen pequeñas cantidades, obtengan los nutrientes necesarios.
– Comprobar siempre la temperatura del alimento, ya que el paciente puede no ser capaz de detectar una temperatura excesiva.
– Vigilar que se mantenga una hidratación adecuada y un correcto aporte de fibra, con el fin de evitar el estreñimiento.
– No olvidar los problemas de los pacientes al beber: las dificultades ante los líquidos.
Si existen dificultades de deglución, debemos adaptar las texturas de los diferentes alimentos: espesar los líquidos con gelatinas o espesantes instantáneos y evitar alimentos que se peguen (puré de patatas, por ejemplo). También pueden ser precisas pautas posturales, como inclinar hacia abajo la cabeza del paciente en el momento de tragar.
Siempre debemos mantener un ambiente tranquilo y darles todo el tiempo que precisen para comer, sin forzar nunca la situación. Ante cualquier duda, es conveniente buscar asesoramiento médico para identificar los problemas y la mejor manera de afrontarlos.